martes, 27 de marzo de 2007

La violencia del Libro


La lectura en la cama es, como la masturbación, un placer fácilmente accesible, al alcance de casi todo el mundo. Por supuesto que ni siquiera hace falta un libro, podemos tomar una revista, una fotocopia, un panfleto o un cacho de diario viejo.
Pero cuando se trata de un libro a veces este placer encuentra un punto negativo, una circunstancia que anega el disfrute completo: a veces, el libro, después de unos cuantos minutos, "pesa", se vuelve carga; o –también– puede ser que la posición del cuerpo haga que los músculos y su tensión tengan más existencia que el texto, parcelando nuestra atención. Ese momento llega a un climax en el que el libro se vuelve literalmente insoportable; queremos seguir leyendo pero muscularmente esto no es posible.
Cuando nos declaramos derrotados por la situación, puede ocurrir que la pereza exija que en lugar de depositar el libro en la mesa de luz, simplemente lo coloquemos en la misma cama, al lado de nuestra cabeza, como si no quisiéramos dormir solos y el objeto fuera el sucedáneo de alguna amante perdida.
Pero el libro no siempre acepta estar en lugar de.
Ayer, por ejemplo, esta situación me ocurrió con Sobre Walter Benjamin. Vanguardias, historia, estética y literatura (pongo el título del libro porque quizás tenga que ver, quién sabe): en medio de la noche, la violencia del libro emergió con toda su pasiva furia: un rápido e imprudente movimiento de mi cuerpo, un cambio de posición nocturno, hizo que me diera la nariz de lleno contra el lomo del maldito libro.
Algunas lágrimas aparecieron contra mi voluntad.
Pero procuré pensar en alguna amante perdida para que, al menos, tuvieran más sentido.

6 comentarios:

Eloísa dijo...

Qué lindo relato.
Me gustó mucho!

El dolor mismo no acepta suplencias.
Sabe mantenerse y perdurar el muy turrito.

Saludos!

Nacho S. dijo...

Está buena esa comparación de la lectura y la masturbación, nunca lo había pensado y ahora que lo leo de tu relato me gustó pensarlo por ese lado...

abrazo,

n.

Nurit dijo...

Para aplacar el cansancio muscular, utilizo la almohada extra para apoyar el libro.....
Leí el año pasado ese libro sobre Benjamin, me gustó mucho, especialmente el texto de Ibarlucia, el de fragasso y el de panesi
pd: gracias por penerme de costado, luego te agrego

Demóstenes dijo...

Eloísa: Es cierto, el dolor no acepta suplencias, aunque puede asumir máscaras... pero lo dejo ahí y persisto en el hermetismo trivial :P

Nacho: "Literatura y masturbación" podría ser un buen nombre para un libro de crítica, se me ocurre (no soy muy ocurrente ¿viste?)

Nucífora: Estoy pasando por una década de escasez de almohadas prácticamente intolerable. Probé, en algún momento, apoyar el libro arriba de otro libro grueso, como un diccionario o el Quijote, pero mi tórax acusó recibo (era previsible). Habrá que gastar en almohadas nomás.

¡Saludos!

ajsoifer dijo...

Convengamos que cualquier libro de o sobre Walter Benjamin ejerce una violencia importante.
Si además lo lees en la cama, creo que tus sueños no van a ser nada tranquilos.

Admiro a esa gente que puede leer teoría o crítica en la cama. Para ese espacio yo me reservo las lecturas más pasatistas posibles.

Demóstenes dijo...

Acuerdo, por supuesto, en lo que respecta al viejo Walter, por eso es que mencioné el título del libro.
Lo malo de leer teoría en la cama también es el problema de subrayar y hacer algún comentario en los márgenes: uno se ve obligado a usar lápiz (por la insistencia de las biromes en no funcionar "hacia arriba") y la letra sale horrible...

¡Saludos!