sábado, 22 de diciembre de 2007

Los Amigos Muertos

A los chicos que fuimos.


Los amigos muertos no pueden leer esto.
Los amigos muertos comen en una mesa larga y redonda, porque una de las ventajas de ser un amigo muerto es poder pensar que algo sea largo y redondo; los ojos de ellos todavía tienen algo de vida cuando se achican para representar las sonrisas, sin embargo pronto se asoma, como desde el fondo de pozo, un detalle que revela el escondido eco subterráneo de la mortaja.
Cada uno está perfectamente vivo por separado: él tiene un hijo; aquél acaba de volver de Zurich; él está resfriado; el de pantalón gris está extrañando a su mujer ahora; él con su mambo, y así. Pero juntos son como una banda de rock que se llama Los Amigos Muertos y tocan viejas canciones que nadie –salvo ellos– quiere escuchar, con solos de guitarra y de batería, con guitarras Gibson a veces, con guitarras Faim, otras; por un momento, puede parecer que suenan bien: porque tienen oficio, porque el vino se ocupó de afinar los instrumentos, porque las tumbas tienen buena acústica.

Mientras están sobre el escenario, la cantidad de luces que tienen frente a ellos los enceguece y no les deja ver. Por eso es que piensan que hay un público interesado abajo, pero es una ilusión. Cuando terminan de comer, se levantan de la mesa larga y redonda y salen a la calle, con la soberbia del viejo temperamento. Pero una vez fuera, entre los vivos, su condición de cadáveres se hace ostensible. Quieren hacer algo (cualquier cosa, lo que sea para demostrarse que no son Los Amigos Muertos) pero no pueden. Uno de ellos dice "Sólo podemos recordar"; yo le digo que es triste que diga algo así. "Vos lo escribiste", respondió. Yo, con una melancolía completamente fuera de lugar, entre la muchedumbre de la calle que ignoraba el exceso trágico que estaba teniendo lugar ahí, le dije que una cosa es escribirlo y otra escucharlo en carne viva. Apenas dicho eso, me pregunté con qué derecho hablaba yo de "carne viva", si lo que estábamos haciendo era velar junto al cajón de nuestro propio cuerpo.

Hubo un tiempo en el que las fiestas eran algo más que hablar de otras fiestas; en que las cosas eran inolvidables justamente por no necesitar sostenerse en la mera memoria. Ahora sin memoria no seríamos ni siquiera Los Amigos Muertos.

jueves, 13 de diciembre de 2007

La vida falsa

Dice la enciclopedia: "Todo suceso se origina por una causa. Para que un suceso A sea la causa de un suceso B se tienen que cumplir tres condiciones: 1) que A suceda antes que B; 2) que siempre que suceda A suceda B; 3) que A y B estén próximos en el espacio.
El observador, tras varias observaciones llega a creer que puesto que hasta ahora siempre que ocurrió A se ha dado B, en el futuro ocurrirá lo mismo.
Nunca hay observaciones suficientes para relacionar A con B.”

Esa última cláusula lo cambia todo. Lo que se rompe es la atadura con el pasado, porque podría ser que (y el “Nunca hay observaciones suficientes para relacionar A con B” me permite pensarlo) se diera el caso de que yo no fuese consecuencia de lo que fui sino de lo que mi ser sincrónico es con todo lo demás: que yo no sea sino un resultado o un efecto lúdico de todas y cada una de las posiciones que las demás personas representan en este momento. Si cada persona es una vida que yo no voy a poder vivir nunca, se me ocurre que mi papel (mi vida) es más un descarte que una elección de verdad. Y así, cada uno es el desecho de los demás.

(Fragmento de mi libro Sala de Ensayos, de próxima aparición por Pentatónica Ediciones)

lunes, 10 de diciembre de 2007

Communication Breakdown

Estos son parte de las decenas de comentarios que fueron borrados del blog de Personal. Por suerte alguien pudo capturar algunas imágenes (tomado de personalfestdesastre.blogspot.com)


–Eduardo Fabregat en Página: lo que hay entre el silencio de los medios y las versiones "oficiales".

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/
8586-2744-2007-12-10.html


–Fotos de los incidentes (por Ramón Indart):
http://2papiros.blogspot.com/2007/12/personal-tu-forma-de-apualarte.html

–Video
http://www.vxv.com/videolog=ilmaxi?13664%20video%20filmado%20unos%20segundos
%20despues%20de%20la%20primer%20estampida

sábado, 8 de diciembre de 2007

Operación masacre


El dicho dice que "cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía". Pero como yo no soy demasiado sensible a la sabiduría popular del refrán, suelo pasar por alto sus advertencias. Así que ayer viernes recibo un sorpresivo llamado que me anunciaba entradas gratis para el Personal Fest y no desconfié. Error.
Ya era tarde, así que las bandas (The Dandy Warhols, Phoenix) que me interesaban ya habían tocado; sin embargo, acepté ir –sin demasiado ánimo– con la esperanza de que el show de Snoop Doggy Dog no fuera muy malo. Pensaba que me caía simpático Snoop, pero no. Llegando al estadio me di cuenta de que lo que pasaba era que yo, no sé por qué cuernos, lo confundía con Coolio. ¡Ah, ése era el que me caía simpático! El hip hop no es lo mío para nada.
Pero ya estaba ahí y, bue, hubo que entrar. Alcancé a ver el final de Phoenix (dos minutos de su última canción). Después me aburrí, bostecé y me cansé de escuchar al tipo de Cypress Hill, con ese discurso pro-marihuana tan estúpido e inconducente.
Supuestamente lo que continuaba era Snoop D. D. Pero el tipo tardó casi dos horas en llegar. La gente se puso impaciente, argentinos vestidos "a la gansta" que mostraban su mímesis gestual prolijamente aprendida.
Y ahí el desbande. Primero una avalancha gigantesca. Estoy acostumbrado a las avalanchas de recital, en general hay aguantar un poco la presión y no pasa más allá de ahí. Pero esta vez fue distinto. La avalancha no paró y la gente caía como fichas de dominó de carne. Imagínense más de 15.000 personas cayendo. Yo caí también, arriba de unas chicas; traté de no pisarlas ni lastimarlas, aunque se hacía difícil. Todo habrá durado unos 20 segundos. La cosa era que la avalancha no era avalancha, sino una estampida. Caíamos porque la gente que estaba más cerca del escenario pretendió salir corriendo en la dirección opuesta, para salir, para escapar. Aparentemente hubo una persona que sacó un arma y otro que apuñaló a alguien, así que era entendible el pánico.
Nunca había vivido una situación de pánico masivo, pero siempre había creído que de tener que vivir algo así yo conservaría la calma y simplemente actuaría de la manera más inteligente, permaneciendo ajeno a la desesperación de "la masa". La realidad, sin embargo, es bien distinta. Cuando ves que 10000 0 15000 personas vienen corriendo desesperadas hacia vos, no podés mantener la calma. Uno se vuelve carne instintiva, pierde humanidad, se vuelve animal acorralado.
Entonces, me levanté del piso, pero la persona que estaba debajo mío también intentó levantarse, lo que causó que nos cayéramos los dos otra vez. Varias personas me pisaron las piernas; creo que no me quebraron de casualidad. Miré hacia atrás y vi con espanto que la turba enajenada estaba a dos segundos de pasarme por encima. Entonces, de no se sabe dónde ejecuté un movimiento que mi mismo cuerpo desconocía, una maniobra más propia de un atleta que de mí y pude pararme. Ya de pie corrí sin dirección hasta que la estampida paró.
Una chica llorando me pidió que la acompañara porque tenía mucho miedo. Yo más que asustado estaba perplejo. Por supuesto que nadie de la organización salió a calmar a la gente ni nada. Pensé que, luego de unos minutos, todo había terminado ya, así que amagué caminar en dirección al escenario. Después de caminar unos metros, otra vez lo mismo. Una nueva corrida. El panorama que quedó después fue de chicas en crisis de llanto y miedo, flacos descolocados por la situación, solitarias zapatillas tiradas por ahí y el desconcierto de los sujetos con pechera de "prevención". Que el lugar haya sido el Club Ciudad de Buenos Aires fue la causa de que esto no haya sido una masacre, porque es tan grande que permite correr. Pero en ese momento me imaginé lo que debe de haber pasado en Cromagnon. La verdad es que –qué tonto ¿no?, pero es así– una cosa es pensarlo y otra vivirlo.

Inmediatamente después de la segunda corrida general salió a tocar Snoop D. D. Supongo que no le importaba nada de lo que había pasado, porque ni siquiera hizo mención alguna a todo el lío que hubo. Es más, en un momento le preguntó a unos de los músicos en qué país estaban. Miré todo el show desde un costado, preguntándome el sentido de todo aquello. Me acordé de los famosos recitales de los Doors que terminaron con quilombos, de los de Riff y los incidentes, de los Stones en Altamont, con los Hells Angels apuñalando a un chico, aquel show de Ramones en Obras que acabó con autos destrozados en la Av. Libertador, los problemas en los shows de los Redondos, etc.
En vivo, entre canción y canción de Snoop Doggy Dog se reproduce el sonido de un arma cargándose. Termina de cantar y suena "trak, trak" y empieza otra. Por supuesto, que ese sonido metaforiza la relación del hip hop con las letras, en donde cada canción funciona como un "arma" que se descarga. Me pregunto si sigue siendo efectivo el simbolismo, si no habría que cambiar la metáfora, si el sonido ése no se habrá vuelto literal, si no se habrá vuelto hacia sí mismo, si en lugar de una celebración vital estos festivales no se habrán vuelto un cortejo fúnebre.

Links:

http://eduardofabregat.blogspot.com/

http://esteeselblogdedanielloque.blogspot.com/2007/12/desastre-en-el-personal-fest.html

http://personalfestdesastre.blogspot.com/

http://josefinastown.blogspot.com/2007/12/personal-fest-da-1.html

http://ale-lopez.blogspot.com/


http://yourblues.blogspot.com/2007/12/un-silencio-personal_10.html


Personal Fest

martes, 20 de noviembre de 2007

A cuento de nada: diálogo

—Demasiadas coincidencias son un mal presagio —me dijo sin preocuparse por parecer amable ni por contestar a mi saludo—. Porque te empujan a hacer algo que vos quizás no harías por tu propia cuenta; intentan que dejes de lado tu voluntad, tu libertad para elegir ¿entendés? Vos decís “tantas coincidencias no pueden no querer decir nada, esto evidentemente está en mi destino, está escrito” y ahí cagaste, porque estás cediendo lo único que tenés: la capacidad de elegir. Es muy fácil caer en esa trampa. Yo lo hacía, pero ya no caigo. En cambio sí me caen simpáticas las casualidades, que tienen una naturaleza totalmente diferente a la coincidencia. La casualidad es un acontecimiento único y singular, en cambio la coincidencia es, por lo menos, dos hechos (o una serie de hechos) que se conectan en su referencia a otra cosa, mejor dicho, que uno los relaciona entre sí con otra cosa ¿no? Es una grasada.

—Sí, puede ser... De manera que vos, aunque una serie de coincidencias parecieran querer inducirte a hacer una cosa, no les hacés caso...


—Casi nunca... salvo en determinados días en los que deliberadamente me propongo encontrar esas relaciones. Hoy, por ejemplo, tenía ganas de que fuese uno de esos días; y llegué hasta este bar por unas señales que decidí encontrar.

La miré y pensé que estaba más chiflada que nunca.

jueves, 25 de octubre de 2007

Planeta Sprout


En nuestro contexto, tal vez lo mejor que se pueda decir de Prefab Sprout para que se nos revele su naturaleza divina es que ningún grupo argentino los ha mencionado nunca como una influencia. El rock argentino ha encontrado en los años de mayor popularidad internacional Sprout (la década del ochenta, principios de los noventa) otras formas más fáciles para establecer identificaciones (en los mejores casos: The Cure, Jesús & Mary Chain, My Bloody Valentine, etc; en casos menos afortunados: Oasis, Nirvana). Es que estos grupos tenían, además, una cualidad que es una condición sine qua non para una gran parte de la gente (me incluyo): una imagen irresistible, que incluso muchas veces opera con más fuerza que la propia música. Pero los Sprouts estaban bien lejos de ser lo suficientemente atractivos (aún teniendo a esa belleza vocal que era Wendy Smith) como para querer pegar un póster en nuestra habitación o salir corriendo a comprarnos una remera. Y, tal vez, la razón principal sea que definitivamente no es sencillo intentar una identificación compositiva con sus canciones, porque ¿cómo vérselas con un grupo que mixtura a Bucharach, McCartney, Gershwin, Cole Porter, Steely Dan, cierto jazzy-soul blanco, cierto funk light, etc.?
La historia empieza así: mientras en 1977 Inglaterra vivía el adorable espejismo punk, en Durham County, los hermanos Paddy y Martin McAloon empezaban a darle forma a la banda que se convertiría en uno de los puntos más altos de la historia de la música pop: Prefab Sprout (según Paddy –cantante, compositor, guitarrista, tecladista, y amable slow-speaker, por decirlo en términos seinfeldianos– el nombre a elegir para el grupo no debía de dar indicios acerca de la clase de música que ellos querían hacer). De los primeros tiempos del grupo quedan una serie de demos y grabaciones tempranas que con un poco de suerte se consiguen por la net, aunque cuando uno las escucha realmente no parece tratarse de la misma banda que luego conoceríamos. Evidentemente el espíritu de época del punk rock era tan omnipresente que hizo que uno de los cantantes más dulces y emotivos de la historia de la música pop cantara gritando (¡es más o menos como si descubriéramos un demo de Sade y nos encontráramos con que canta a lo Janis Joplin!), además de que se notan mucho los pocos medios técnicos; y que, como la banda de garage que eran, las canciones se resistían un poco a quedarse en tempo y escondían la genialidad detrás del barullo y la aún escasa destreza instrumental.


Dulces canciones que nublan tus ojos


Swoon (i.e.: desfallecimiento, desmayo) fue el primer disco, allá por 1984. Los primeros versos de la primera canción dicen: “Un bandido (outlaw) parado en una tierra campesina, en cada cara ve a Judas” (Don´t sing). Esa primera frase ya cifra gran parte del imaginario que luego Paddy iba a desplegar durante el viaje Sprout: primero, la fascinación por la cultura Norteamericana: el far west, el american hero, Elvis, las rutas, Manhattan; y por el otro lado: la religiosidad, la espiritualidad y las referencias bíblicas, producto de haber tenido una educación católica. Y hay, por supuesto, una tercera pata que, claro, es fundamental: el amor. No puede pensarse a los Sprouts sin la dimensión amorosa, del romance acabado o imposible y la melancolía más adorable que nunca se haya traducido a ese otro lenguaje que son las canciones. A pesar de que Swoon es un buen disco, tiene algunos problemas: Paddy todavía no acababa de encontrar la manera definitiva de cantar, la producción deficiente hace que el disco suene “chiquito” y sin la grandiosidad ultra hi-fi de casi todo lo que vino después, y las canciones aunque ya tienen un bosquejo de la estructura mccalooniana no consiguen dar ese salto que las convierta en pequeñas joyas brillantes y delicadas. Probablemente sólo Cruel sea la que ofrezca el mejor puente para lo que luego serían los Sprouts clásicos (“Soy un tipo liberal, demasiado cool para el dolor de macho/ Con un gusto secreto por la cereza en el pastel/ Mientras pierdo el tiempo lamentándome por los días/ que van de lo perfecto a lo meramente bueno”, Cruel).
Después de este disco, un acontecimiento crucial para la galaxia Sprout tendría lugar: el encuentro con el productor Thomas Dolby, quien en los ochenta era uno de los nombres propios a los que acudir cuando se trataba de sintetizadores y samplers (cfr. She blinded me with science). A partir de ahí ya nada podría detener la delicada maquinaria de Paddy: las canciones dan al fin con esas estructuras tan sofisticadas y tan poco habituales en la música pop, la instrumentación y el sonido perfecto permite que la mención de Donald Fagen sea pertinente, y la profundidad de Paddy como escritor se revela a una distancia de años luz de los demás. Para hablar de algunos contemporáneos: ni Paul Weller, desde Style Council, ni Roddy Frame, desde Aztec Camera, ni Robert Smith, podían competir como escritores con Paddy. Quizás sólo Morrisey pudiese vérselas con él, siendo tan pero tan diferentes.
Lo primero que produjo Dolby fue Steve McQueen (1985), disco que salió en EE.UU. como Two wheels good por problemas legales. Este es probablemente, como la mayoría de los críticos señala, el disco definitivo de los Sprout: hay una versión de lo western, con unos coritos a lo Beach Boys (Faron Young), una apelación al deseo como una forma de comunidad del hambre, que deja unas líneas memorables (“Si te llevás algo, devolvé lo bueno/si robás, sé Robin Hood/Y si tus ojos quieren todo lo que ven, entonces te anoto conmigo”, Appetite); canciones de amor tan desoladoras como tiernas: “¿Viste el tiempo? La dulce lluvia de Septiembre cae sobre mí como nunca/ hasta que me ahogo/ Cuando el amor se rompe” (When love breaks down), y aceptación del rechazo (“No sos el primero al que le pasa, pero lastima/Ella también es una persona/Y toma sus propias decisiones/¿Por qué no te unís a la Legión Extranjera/ si todavía estás enamorado de Hayley Mills?”, Goodbye Lucille # 1). Cada canción es una obra de arte: Desire as (“¿El deseo es una sílfide que cambia de opinión”), Bonny, Horsin´around, etc.
Además, a diferencia del primer disco, en éste Wendy Smith (coros) encuentra un lugar fundamental en el grupo. Creo que pocas veces un(a) integrante de un grupo significó tanto con una participación tan pequeña dentro de las canciones. Algunos biógrafos dicen que Wendy tocaba guitarras; la verdad es que si fue así, habrá sido en los comienzos. Se la puede ver con una guitarra colgada en el genial video de When love breaks down, pero en realidad es más para que Paddy pudiera teatralizar mejor la canción que otra cosa. En todas las filmaciones de conciertos, ella está a la derecha de Paddy, casi aferrada al micrófono, apenas balanceándose. Sin embargo, a pesar de que el papel de Wendy en los Sprout se limitaba a hacer coros y segundas voces, ella le da el carácter, ese extraño misterio, esa sensación de una cercana lejanía. Paddy es un cantante que te habla casi al oído; Wendy se encargaba de poner un poco de frío, un poco de niebla, un poco de irrealidad. Había sido una fan del grupo desde los comienzos (algunos dicen que groupie) y entró para aportar voces en el segundo single de 1983, que salió por su propio sello (Candle), The devil has all the best tunes. ¿Quién puede olvidar sus “uh uh, Johnny, Johnny, Johnny” y sus ojos verdes?
Esta etapa de los Sprout se completa con dos discos más: From Langley Park to Memphis, de 1988 y Protest songs, de 1989. El primero tiene clásicos como The king of rock´n´roll o Cars and girls, obligatorios en las FM, además de canciones tan elegantes como Nightingales, I remember that, Hey Manhattan, las mejores relecturas de la música norteamericana que se hayan hecho nunca. Protest songs, es el último disco de esta trilogía (conceptual y sonora).
En 1990, sale Jordan: the comeback, y marca un punto de ruptura con los discos anteriores. En principio es un disco más largo, de diecinueve canciones, que tiene menos cohesión, menos idea de totalidad. En la trilogía anterior la dominante era lo relacionado al deseo imposibilitado (siempre en términos ideales, porque nunca hay nada explícito, ni sexual, ni siquiera sensual en el sentido carnal, en el planeta Sprout) y al amor roto; en éste disco las otras dos patas del imaginario mcalooniano toman la posta: todo las letras deben leerse en clave bíblica o religiosa, y la presencia del far west es palpable ya desde los títulos de algunas canciones (Jesse James Bolero). Hay también una divertidísima canción que muestra algo que en general no aparece con mucha frecuencia en sus discos: el sentido del humor. Ése puede ser uno de los pocos puntos en contra que alguien tendría para condenarlos, porque incluso su canción más up-tempo y más animada (Cars and girls) tiene una letra que, aunque paródica, es inequívocamente melancólica (basta con escuchar el comienzo: “Brucie piensa que la vida es una carretera” y confrontarlo con el final “El chico consiguió un hot-rod, pero ésta es una carrera que no ganará”). En Jordan, Paddy se permite bromear con su fobia al casamiento y nos cuenta que hay un “baile cuyos pasos nunca pudo aprender: se llama ‘Marcha Nupcial’” (The Wedding March), mientras imita unas trompetas con una voz imposible.


Interludio




En 1992 sale una recopilación llamada A life of surprises, y a partir de ahí el grupo entra en un largo silencio. Durante ese tiempo Paddy se embarca en un proyecto solista llamado Earth: the story so far, una locura megalómana que aparentemente intentaba un recorrido por la historia de la humanidad, que ninguna compañía acabará queriendo y que ni siquiera él alcanza a terminar. El grupo recién volverá a la actividad cinco años después con Andromeda Heights, disco definitivamente adulto, definitivamente AOR, muy alejado de lo anterior en cuanto al sonido y la instrumentación elegida, incluso hay momentos en los que aparecen saxos que ni en un disco malo de Michael Bolton se atreverían a incluir. Además de que ya se va prefigurando la salida de Wendy del grupo: apenas se la puede escuchar en estas grabaciones. Es sin dudas el disco con menos identidad de los Sprout: si uno sacara la voz de Paddy difícilmente se podría pensar que es un disco de ellos. Las letras pierden un poco esa tonalidad propia de los discos anteriores, en donde desamor, pérdida y melancolía tienen una dramaticidad poética agridulce y enternecedora. Aquí el registro se vuelve más hacia lo melodramático, con versos como “El amor es una avenida de estrellas/lo sé porque he visto el resplandor” (Avenue of stars), o “La vida es un milagro, déjame decirte por qué/Si miras por encima tuyo, hay más estrellas/como ésta en el cielo” (Life´s a miracle).
El último disco original de los Sprouts saldría en 2001 y se llamaría The Gunman and other stories. Apenas empieza a sonar la primera canción ya nos damos cuenta de que las cosas se han encaminado con respecto al disco anterior: unos acordes de banjo nos mete de lleno en el viejo oeste, para soñar que “el amor es una bala de plata que aleja a tu mundo” y para declamar el deseo de que “escriban en mi tumba: aquí yace el chico que te robó el corazón” (Cowboy dreams). Las letras vuelven a tener la riqueza literaria habitual en Paddy: “Chica te canto esta canción por todas las miserias que te hice pasar/todos los cambios de ánimo que no puedo explicar/todos los días soleados que arruiné con la lluvia/por favor, perdóname si puedes” (I´m a troubled man).


Por qué no se puede no enamorarse de Prefab Sprout


1) El look ausente: En “la” década de los peinados, de los supervideos de Duran Duran, de MTV, los Sprouts eran la banda más confundida que podía existir. Si no, alcanza con mirar su primer video (When Love breaks down) en donde todo es perfecto y adorablemente lírico, pero Paddy usa… ¡una camiseta! ¡Parece Minguito, pobre! Mucho peor fue el periodo en que usó bigotes: uno no podía sino sentir como intolerable la tensión entre unas canciones tan lindas y un chico de veintipico con unos bigotes tan desastrosos. Mientras que, si uno ve a una banda que podría vibrar en una frecuencia remotamente parecida como Style Council, la comparación con los Sprouts es imposible. Ver a Paul Weller era como ver a un semidiós (aunque haya tenido también algunos looks ridículos), mientras que si veías a Paddy tenías ganas de regalarle un poco de ropa más o menos decente. De más está decir que los Sprouts no tenían peinados únicos (A Flock of Seagulls), ni sobretodos misteriosos (Echo & the bunnymen), ni unas personalidades conflictuadas (Morrisey), ni fama de excéntricos (Julian Cope), ni nada de eso. Sólo canciones.

2) Slow-speaking guy: escuchar hablar a Paddy es entenderlo, comprender por qué la música de los Sprouts es tan cool. No les habla a los entrevistadores, los envuelve en un susurro casi onírico. Hay que escucharlo.

3) Arrogancia ciega: Paddy no es sólo un músico pop, según sus propias palabras: “Sé que probablemente soy el mejor escritor del planeta. En serio. Solamente lo sé. Nadie sabe la mitad de las cosas que he escrito. Pero sé que soy realmente bueno porque me comparé con los grandes cantautores: Prince, Lennon y McCartney, Bacharach, Richard Rogers, Gershwin”. Esa infinita confianza en sí mismo no parece arbitraria si se observan algunas de sus letras como ejemplo:

Detrás de la suave y jugosa piel
Donde empieza el ADN o Dios
Donde se cimienta la putrefacción sub-gaélica
Con historias de tu madre
En mitos y en formas menos elevadas
Nace la gloria del cocktail temerario
(Dublín, de Protest songs)

4) La inocencia: el planeta Sprout es en cierto modo una huída hacia un espacio en el que no hay sexualidad sino idealismo romántico; todo ha sido depurado de cualquier connotación carnal. Tampoco hay demasiadas alusiones al mundo adulto del trabajo y las obligaciones; a cambio, encontramos referencias a la niñez y la adolescencia, como otras formas de la caída adánica. La poética de Paddy siempre gira alrededor de la pérdida y de un Edén al que es imposible regresar.

5) Los solos extraviados: En vivo los Sprouts eran una banda impresionante, sonaban tan ajustados que muchas veces superaban a la performance de los discos. Pero en algunos pasajes, sobre todo de la primera etapa, Paddy se larga a hacer solos de guitarra sin ton ni son: no llega a desafinar pero uno se pregunta qué quiere lograr. Es la misma clase de extravío que tiene lugar cuando por ejemplo, para tomar un caso argentino, Andrés Calamaro se pone a solear en la guitarra: en general, el resultado tiene más que ver con lo cómico que con la música.

6) Wendy: la corista realmente era una parte clave del grupo. Sin su voz entre lejana y de cálida frialdad, la banda hubiese sido distinta. Además, si uno es un chico, no puede evitar enamorarse de ella: tan frágil y tan marginal y con ojos tan verdes.


Fuera del tiempo

Que el mundo de Paddy es único y atemporal lo ejemplifica el disco que sacó una vez disuelto el grupo. I trawl the megahertz salió en 2003 y es probablemente el límite al que puede llegar un músico que venga del pop: son nueve temas, de las cuales tan sólo tres tienen letras, y en dónde la música está basada casi sólo en instrumentos de cuerda y alguna percusión. Violines, violas, cellos, bajo. El primer tema dura 22 minutos y tiene una letra increíble, por la extensión y por la profundidad. Todo el disco puede pensarse como un único tema que funcione como la banda de sonido de una persona que reflexiona acerca del paso del tiempo y de la vejez. I trawl the megahertz fue compuesto durante un periodo en el que Paddy sufrió de una enfermedad de los ojos que amenazaba con dejarlo ciego para siempre. La fragilidad de una existencia no pudo haberse plasmado en una grabación mejor.
Definitivamente, Paddy está en nuestro Olimpo.

jueves, 18 de octubre de 2007

Ejercicio de melancolía académica

Todo mi dasein[1]
Y a cambio qué:
Una nada-de-ser[2].
Es que vos no entendés:
“te conformás” “con” “al” “para”
¡Óntica![3]

O en otra tradición,
Para compartir mi lenguaje
Para compartir mi mundo[4]:
Para hacer coincidir
Tu solipsismo y mi realismo[5]
Pero no.

Desde hace tanto
Sin Dios[6]
Desde hace un tiempo largo
Sin el hombre[7]
Y ahora esto.

Ahora, como Aquiles y la tortuga:
la imposibilidad de la meta[8].

Una ensalada rusa que ni Dios la entiende[9]
Lo que queda es el quinto viaje:
El vagabundeo estético.[10]


NOTAS
[1] Cfr. Martin Heidegger, El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
[2] Cfr. Jean-Paul Sartre, El ser y la nada, Altaya, Barcelona, 1997.
[3] “Lo propio de los entes y los conceptos y términos relativos a ellos son “ónticos”; lo propio del ser y los conceptos y términos relativos a él, “ontológicos””. José Gaos, Introducción a El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1993, página 22.
[4] En el primer Wittgenstein, los límites del lenguaje son los límites del mundo.
[5] Cfr. Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, Altaya, Barcelona, 1997, página 143.
[6] Nietzsche: no hace falta señalar nada más.
[7] Cfr. Michel Foucault, Las palabras y las cosas, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.
[8] “El rasgo esencial de esta inaccesibilidad del objeto fue muy bien señalado por Lacan cuando subrayó que no se trata de que Aquiles no pueda adelantarse a Héctor o la tortuga, sino de que no puede alcanzarlo: Héctor es siempre demasiado rápido o demasiado lento”. Slavoj Žižek, Mirando al sesgo, Paidós, Buenos Aires, 2000, página 19.
[9] Roberto Arlt, Los siete locos, Losada, Buenos Aires, 1995.
[10] Para una clasificación de los viajes, ver Daniel Link, “Tánger: ruina de la modernidad”, en Cómo se lee, Norma, Buenos Aires, 2003.


lunes, 8 de octubre de 2007

El lector: dos hipótesis




En el camino de la filosofía a otro tipo de ficción, no se puede no sentirse conmovido por la situación del Oso, quien se hace eco de la proposición número 7 del Tractatus logico-philosophicus. Así, plantea una confrontación con el plano musical, en el que se extiende una canción de Dr. Dog llamada Say something. Pero nuestro Oso recuerda a Wittgenstein y piensa que:

"De lo que no se puede hablar hay que callar"

Claro, también se podría creer que el Oso confía en la existencia de algún tipo de verdad última, es decir, que él creyera que el acceso a un originario que sustente todo el conocimiento –y en última instancia, la existencia– es posible. Y, así, lo que el plano musical (ese "Say something" de la canción) vendría a representar sería, no una confrontación, sino por el contrario una puesta en palabras de lo que el ingenuo animal pretende: que los libros que le digan algo.

El resultado, de todas maneras, de una u otra hipótesis es el mismo: el coma.


viernes, 5 de octubre de 2007

Ontología de la escalera

A una poeta

La poeta sonríe y el escribiente babea. Detrás de cada una de sus palabras se alcanza a adivinar el sonido del "No", pero igual no se puede evitar escucharla, y pensar qué pasaría si, y desechar inmediatamente esa posibilidad por ingenua, y recuperarla por la misma razón. Su cuerpo, racimo de lenguas, no adivina la romántica baba del escribiente, aunque la palabra torpe y desierta acabe por vaciarse en ninguna tarde.
De las muchas personas sentadas sólo una es él. Porque con un "él" basta para él.
Y cada paso ascendente en la escalera anuncia el encuentro con la poeta. Una vez ahí, en la llanura de látex, la cortina de mármol: duro, pero frío; sólo verbalidad aséptica. Es decir, no verbalidad. Otra cosa. Una cosa otra, diría un conocido.
La infección es mezcla; "mixtura" diría un desconocido.
Querer la infección, piensa, quererla, a la poeta.
Pero ella es-calera, está hecha para ser bajada, y en un movimiento ex-calónico lo echa a la calle, fuera de los límites de su edificio.
La sonrisa sigue ahí, la baba no.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Sad Songs City



Un poco de Fresán es mucho. Pero para bien
Hoy (o ayer, si me dejo llevar por el preciosismo cronológico) me acerqué, con un poco de esa sana expectativa que no pasa por mí ni día por medio ni cada dos por tres, hasta el CCEBA para escuchar lo que Alan Pauls y Rodrigo Fresán tenían para decir acerca de las ciudades literarias. Fue un día a plena literatura argentina, porque asistí después de rendir un parcial que involucró a Florencio Sánchez y a la intolerable poética nativista finisecular. De manera que el traspaso temporal, es decir, estético, se sintió y se agradeció.
Lo de Alan Pauls fue autobiográfico, breve y brillante, dando cuenta de una experiencia en Brasilia y del vislumbre de la futura rémora en que se convertirá lo actual, que ya contiene su propia ruina. Y Pauls dijo que hablaría poco para cederle a Fresán un poco de tiempo más, teniendo en cuenta que éste no venía a Buenos Aires desde hace cinco años.

El Regreso
Hoy (o ayer) también compré el esperado La lengua popular, disco que se siente en muchos sentidos como una vuelta. ¿De dónde? De varios lugares: en principio, de la obstinada errancia por el género de la canción popular a la que A.C. nos sometía últimamente. Esos discos, salvo Tinta roja, fueron geniales (hablo de El cantante y El palacio de las flores). Es más creo que en el disco que hizo con Litto Nebbia tuvo lugar la canción más hermosa que haya pasado por la garganta de AC: “Tengo una orquídea”, canción sin rock ni pop ni baterías, pero con cuerdas, con una letra delicadamente romántica y un clima a Último tango en París que no sabría decir en dónde está pero que está.
Sin embargo uno extrañaba al viejo y querido Andrés: el de dientes apretados, sentido del humor, carretera y guitarras eléctricas. Ëse AC nunca dejo de estar: el ya legendario show bajo la lluvia del Club Ciudad de final del año pasado lo probó, aunque claro ahí estuvo también Ariel Rot, el mejor guitarrista de rocknroll argentino. Y con él no se puede no pisar terreno de road movie.

Canciones Tristes
Faulkner le puso a su ciudad Yoknapatawa. Era un bueno nombre, si no recuerdo mal ese era el nombre indio de un río que hay en Mississippi. Pero no se puede negar que Sad Songs es un nombre muchísimo mejor para una ciudad.
Entiendo, o creí entender en su momento, que para Fresán Canciones Tristes, la ciudad que él construyó y que permanentemente se mueve y se traslada, funciona como sinécdoque de la Argentina (o más bien de Buenos Aires ¿no?), y tiene algo del París pretéritamente festivo que seguía a Hemingway a todas partes. La misma melancolía, tal vez.
De cualquier modo, yo también vivo en Canciones tristes.

In the Rye
En la década del ochenta Fresán escribió durante tres años una columna para la revista Pelo que se llamaba “El cazador oculto”, en la que me suena que daba cuenta del ambiente “rockero” de la época. Intenté buscar algún número de esta infame publicación argentina pero no di con ninguno que tuviese la columna citada. Aunque sí encontré el número aniversario de la Pelo de 1991 (400 números) en el que Fresán retoma su columna por última vez para recordar esos años pasados. La columna finaliza con las siguientes palabras: “Cuando éramos felices e indocumentados. Cuando las noches nunca parecían ser lo suficientemente largas”.
Al comprar esta revista allá por el 91 no entendí a qué se refería, supongo. No pude haber entendido. Hoy sí.

Saliva y sangre: el poeta fértil
Nadie sale vivo de aquí era un título muy apropiado para el 1989 argentino: el descalabre económico no ofrecía muchas posibilidades de sacarse la soga del cuello. Calamaro, en el texto del librito del disco, le cedió la palabra escrita a Fresán, quien pudo apuntar que la esquizofrenia cancionística era una marca de AC, metaforizada en la canción que cierra el disco, “Dos Romeos” (los famosos siameses Bang-Bang: “Bajo el signo de géminis incubado/ 69 es el número dorado/ Somos dos en uno, un todo formamos/ con doble cañon la carga disparamos”).

Starr
En el CCEBA me encontré, en una previsible casualidad, con un compañero de la facultad. Después de comentar muy sucintamente lo extraño que era tener a Pauls y Fresán ahí, literalmente frente a nosotros, le dije que con un poco más de pelo Fresán sería Ringo Starr.

Stone tongue
Calamaro le vuelve a ceder la palabra escrita inicial a Fresán en La lengua popular, aunque extrañamente, siendo que es ahora un mucho mejor escritor que en aquel 1989, el texto es muy poco inspirado; para ser sincero es más bien decepcionante.

Con la lengua afuera
Fresán parece invadido por una suerte de principio de desmesura. El interminable La velocidad de las cosas lo prueba; “¡Cómo teclea Rodrigo!” me dijo un compañero una vez. Y sí, pero no solo “teclea" muchas palabras sino que en ese texto hay aproximadamente nueve mil líneas narrativas disparadas hacia nosotros (fueron prolijamente contadas por mí), tantas que pueden llegar a abrumar a veces. En esta conferencia el mismo principio del exceso se hizo presente. Eso de ningún modo quiere decir que el monólogo se volviese aburrido. No, por supuesto. Pero Fresán soportó en carne propia, físicamente, su desmesura: después de hablar (leer) más o menos el mismo tiempo que Pauls y otros dos conferenciantes juntos, después, digo, de esa tour de force, el escritor abrió la boca y sacó la lengua en un gesto de cansancio que evidenció que su propia literatura literalmente “quita el aliento”.
Si no fuese porque considero que no tiene mucha clase hacerlo, me hubiese hecho firmar un libro. Pero, ¡ah!, el pudor...

domingo, 12 de agosto de 2007

Apuntes para una road movie II (Chau, Lucille)

Life's not complete
till your heart's missed a beat
And you'll never make it up,
or turn back the clock
Paddy McAloon


El lugar, las caras de los pocos tipos que había, Aníbal secando un vaso atrás de la barra con el cigarrillo medio muerto en su boca también medio muerta, y si ella estuviese acá, estaría ahí tomándose una cerveza en una botella chiquita, del pico, sus dedos jugando con un encendedor metálico que reverberase violentamente; y todo parecería un poco afuera del tiempo, como si estuviese más allá de la historia, como si dijera que es lo mismo estar acá, en California o en el Infierno.
Dentro del Tom Club, la música era más real que las pocas personas que se aferraban a sus vasos. Contra la pared que daba al baño, un hombre y una mujer, llagas muertas, astillas de una épica imposible, se miraban sin poder decirse nada; podía advertirse que hubiesen entregado cualquier cosa por una palabra, pero ya no tenían cosa alguna que ofrecer. Desde los ojos del hombre una manada de gusanos galopaba subterránea e inexorable.
Una Voz empezó a inundar todo el Tom:

How little we know!
How much to discover!
What chemical forces flow
from lover to lover...


El puto Sinatra, pensé. Qué golpe bajo.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Apuntes para una road-movie


Una belleza extraña, como el momento en el que Ben canta “In dreams” y Dennis Hopper está ahí, emocionándose o volviéndose loco, y uno no sabe si tener miedo o enternecerse o cortarse la carne para rimar con el momento. Pero uno tiene que hacer algo, porque si hubiese un guión claramente lo exigiría.
Así funciona también aquello de lo que hablo.
Ése es el efecto.

Y te mira, aunque nunca permite que la suya sea una mirada. Porque, cuando está, las luces giran y hacen foco en el que está del otro lado. En parte, es una estafa enochsoamesiana: un pozo que uno cava mientras va cayendo.

Pero en realidad no sabés. Y aunque me encontrara con el mismísimo Rey, y aunque me preguntara al oído si me siento solo esta noche, y aunque nos llevara ahora mismo a Las Vegas hasta el cuello de anfetaminas, daría lo mismo.

Me gustaría poder decírselo.




jueves, 26 de julio de 2007

Una noche en Montserrat

Ayer a la noche leí Montserrat, la nouvelle de Link.
Todo comienza con la llegada de unos intrusos que alteran el funcionamiento del barrio. El narrador-protagonista, M. Spitz, entabla una cierta amistad con los recién llegados. Uno de ellos, el que es realmente peligroso, es un hombre que ha sido alumno de Spitz y que sostiene que una de sus clases le cambió la vida, induciéndolo a dejar la carrera que estaba estudiando y a iniciarse en el Ocultismo.
A partir de ellos (especialmente, uno de ellos, Álvaro, el ex alumno) Lo Raro logra saturar el clima: animales enloquecidos, accidentes, la amenaza de que el discurso del otro acabe por socavar las propias certezas.
El descubrimiento de unos túneles subterráneos, el secuestro de la gata Tita Merello y un descenso a los túneles que no puede sino recordar un descenso a los infiernos, agregan el componente de aventura.
No voy a contar todo, porque ahí está la nouvelle para leerla, pero no dejó de llamarme la atención que sea la figura del alumno aquello en dónde está la psicosis, la causa del mal y del desbarajuste general e incluso la amenaza de acabar con el mundo.
El alumno es el monstruo y la amenaza, para Spitz. No sé cómo será para el Link real (suponiendo que tal entidad fuese aceptada por el propio DL), pero pensar que también para él puede ser de ese modo no deja de tener su gracia.

lunes, 16 de julio de 2007

Word es de derecha

Estaba escribiendo y cuando puse "Adam" el Corrector de Word me lo subrayó, marcándome el supuesto error. A pesar de que yo sí quería escribir "Adam", hice click sobre la palabra con el botón derecho del mouse para ver las opciones de corrección. Y aquí viene lo raro: entre las opciones (Adán, Dama, Hada) estaba "Hadad". Me imaginé la mandíbula hipertrofiada y los ojos chiquitos; me asqueó.
Si Barthes decía que la literatura es un irle por izquierda al lenguaje, evidentemente el Corrector de Word es ideológico.
Ahora, cada vez que abra Word, no voy a dejar de pensar que mientras yo escribo hay una silenciosa conciencia vigilante que me acecha desde quién sabe dónde.

viernes, 13 de julio de 2007

El oráculo de dos pesos

El kioskero que está en frente de Puán me dio el vuelto de los cigarros. Entre los billetes, uno estaba casi hecho pedazos, era de dos pesos. Lo miré (al billete) y lo miré (al kioskero). Estuve a punto de decirle que me lo cambiara, pero qué más da, por dos pesos. Caminé unas cuadras y volví a mirar el billete. Noté que a pesar de ser casi un desecho contenía un pequeño texto, decía: "Néstor Kirschner es el mejor presidente de la historia. Y Cristina será aun mejor". Me pareció extraño, porque en general la escritura en moneda tiende a lo amoroso o a lo religioso. Después lo primero en lo que reparé fue en una cuestión estilística. Me pareció que el uso del futuro en lugar de la perífrasis (va a ser) dejaba percibir un aire pretendidamente profético, así como una deliberada búsqueda de un registro alejado de la oralidad. El texto decía dos cosas: una que Cristina va a ganar (para lo que no hace falta ser un adivino); la otra, que su gobierno será el mejor de la historia. Supongo que la elección de un billete de dos pesos tiene que ver con el hecho de que el mensaje llegue a todas las clases y de que circule todo el tiempo.
Unos días antes una llamada telefónica me había dejado perplejo. Para empezar era la primera vez que me llamaban de una encuesta supuestamente relacionada con los ratings de televisión. La grabación me preguntaba algunos datos biográficos básicos y el canal que miraba (justo no estaba mirando nada, aunque contesté que miraba canal siete), pero sobre el final las preguntas cambiaron el tono y se agregaron unas dos o tres preguntas sobre Cristina: si creía que iba a ganar, si iba a gobernar mejor, igual o peor que K, y algo más. Me pareció una grasada. ¿Por qué no me preguntaron eso de entrada si era lo que querían saber? Me indigné.
A la grabación telefónica le corté. No me parece muy elegante que me cambien los términos de la charla cuando en el pacto inicial el tema era la televisión. Al billete de dos pesos lo quemé en un pequeño fuego doméstico: potlatch. Pero, claro, en el supuesto caso de que el intercambio se produzca (porque el potlatch supone eso): ¿qué puedo esperar por dos pesos? Lo que es más inquietante, ¿quién es el otro dador?
Dos pesos. Qué miserable.

sábado, 7 de julio de 2007

Willy Crook

Una entrevista muy graciosa que deja una frase memorable: "Quiero polarizarme los ojos".

viernes, 6 de julio de 2007

Impresionante

"Hay una superficie que parece homogénea, que por ardides de la luz se ofrece en gamas de verdes o azules, pero hostigada por el viento se descompone en picos salpicados de blanco y pasajeros valles en penumbra. Porque el mar no es una superficie ni está hecho de una pieza. El raid de una gaviota en busca de sardinas abre un surco de espuma; hasta donde la luz penetra, y la luz penetra, millones de diatomeas y flageladas pletóricas de primavera se devoran entre sí o mueren devoradas por copépodos, y el holocausto entero del plancton se disipa en un brillo nocturno de fosfatos.
"El mar es una ilusión de continuidad que a cada instante se pulveriza en violencias. La arena misma, para empezar, es un cementerio que se entibia al mediodía. Algunas veces, cuando baja la marea, el ojo descubre el vendaval de muerte condensado en la quieta gelatina de las medusas varadas. Fuera de esas reliquias, la energía criminal del mar suele esconderse en los olores que exhala".

Marcelo Cohen, El fin de lo mismo.

jueves, 21 de junio de 2007

El mosquito

En un rincón casi inexplorado de la casa (a la que no reconozco lo suficiente como para proclamarla "mía") hay un mosquito. El espacio es un baño, repugnante, muy pequeño, tanto que la existencia conjunta del inodoro y el lavatorio invitan a la persona que pasa por ahí a pensar dos veces si realmente quiere entrar: se trata de un baño hostil.
Por supuesto que a lo largo del tiempo conocí baños peores (y ciertamente peligrosos para la continuidad inalterada de ciertas partes del cuerpo), pero esos baños no estaban en la casa. Afuera, en la ciudad, uno acepta esa clase de violencia; de hecho, cuando voy a algún lugar y el baño está demasiado limpio, eso no hace sino dejar ver una artificiosidad, un énfasis tal, que me termina resultando incómodo.
Supongo que cada casa tiene un lugar prohibido, un lugar del que no se habla, pero justamente esa deliberada omisión –esto es evidente– lo hace más notorio.
Pero el baño. Hace años que nadie lo limpia. Nadie. Claro, tampoco recuerdo que nadie lo haya usado nunca, salvo –en poquísimas ocasiones– para alguna rápida y furtiva meadita masculina. Así que ese baño no ha conocido nunca a una mujer.
Y a veces sucede que ya es demasiado tarde para ciertas cosas. Qué novedad, ¿no? Pero el caso es que este baño es un ejemplo de ello: ya no se lo puede limpiar. La fetidez que lo habita no es humana (puesto que, como ya dije, prácticamente no ha sido usado). El inodoro está recubierto de unas salpicaduras tales –que no son de lo que uno podría suponer, sino que su naturaleza es aceptada como inexplicable– que cada vez que lo veo me recuerda a aquel inodoro de Trainspotting en el que el yonqui se mete. Imagino que éste sólo podría ser limpiado por un yonqui al que se le prometiera como paga un chute. Así de extrema es la situación. Imaginé también proceder yo mismo al limpiado: llevaría una manguera de un diámetro bien grueso y le entraría a dar. Con un chorro bien potente. Pero no. No se puede. La presencia amenazante de una lamparita de luz a una altura anormalmente baja, los cables medio corroídos por quién sabe qué cosa, el interruptor y el enchufe a la vista sin la tapita correspondiente, son demasiados peligros como para atacar el baño con agua.
Pero lo que más me inquieta es que en la pared que está detrás del inodoro, en uno de los horribles azulejos amarillos, está pegado un mosquito muerto. Entero, con todos sus miserables miembros extendidos. Lo extraño es que hace años que está ahí, perfectamente igual, idéntico a sí mismo, perpetuo. A pesar de que el cuerpo no está en una tela de araña, sino que simplemente está pegado a la pared en una especie de manchita (tal vez sangre), no entiendo por qué las numerosas arañas que forman parte de la población del baño no se acercan hasta él y lo devoran. ¿No es que para eso tejen sus trampas, para poder comerse los insectos que se entregan así a la crueldad? Sin embargo, no, estas arañas parece que no se quieren alimentar del mosquito. Y el cuerpo sigue ahí, todos los días, año tras año, como si esperara algo (o como si lo demás dependiera de su mirada). Ahora mismo mientras escribo pienso que él está ahí, crucificado en la pared del baño de la casa (a la que no me atrevo a llamar "mía"). Puede resultar intolerable, si uno lo piensa.
Lo que más me preocupa (me aterra el sólo pensarlo) es que tal vez, tal vez, no esté realmente muerto.

domingo, 3 de junio de 2007

Noventicidad

Los noventa comenzaron –para mí– en esa puerta de van que se abría en el histórico video de "D-Generación". El comienzo, así, ya estaba marcado por una certeza: el viaje había terminado y el único gesto posible era el de bajarse. Sin embargo, desde mi perspectiva personal no era sino un alumbramiento: una música (nueva y sorprendente para aquella inocencia mía), un estilo, una posibilidad de fuga de la intolerable medianía familiar, etc.
Por esos días había también otro video de una banda joven y prometedora en el que la van tenía un rol importante: el de la canción “Today” de los Smashing Pumpkins. Pero ahí la función de la van era justamente la inversa, no se bajaba sino que se subía; se subía y se viajaba. Si la lógica musical de los noventa todavía se sostenía en relaciones de centro y periferia (el centro de los primeros noventa fue la alternatividad estadounidense; la realidad actual del rock argentino creo que muestra que esa lógica ya no funciona), habría que decir que esa lógica estaba fundada en una disimilitud esencial e imposible de maquillar evidenciada en esos dos tipos de van: la que sirve como medio para un viaje y la que sólo es un refugio en donde colocar la imposibilidad de concebir algún tipo de viaje propio. En otras palabras, el rock argentino nació con una idea, “la de irme al lugar que yo más quiera/ me falta algo para ir (...) construiré una balsa y me iré a naufragar”. Esa forma de viaje, el naufragio, se encontró con la costa en aquel sónico 1992: esa van de “D-Generación” es el fin del viaje propuesto por Litto y Ramsés.
Se puede decir que no habría que considerar al rock argentino como una totalidad; se podría preguntar qué tiene que ver Babasónicos con Los Gatos. Creo que en principio lo que los vincula es el hecho de que esas dos canciones son los extremos de una forma de entender el rock como hecho gregario; ambas canciones funcionan –ya se sabe– como manifiestos de sus respectivas generaciones: una expresaba un deseo y una decisión tomada (“Con mi balsa yo me iré a naufragar”*); la otra declamaba en colores una amarga certeza: “Olvidate, ya pasó”. Pero aun así, “D-Generación” no es mera negatividad sino que dice algo: la posibilidad de un horizonte generacional compartido. Aquella generación fue la última que pudo decir algo; es más, podría ir más lejos y arriesgar que aquella fue la Última Generación en lo respecta a rock nacional.
Los noventa lo vieron todo: un sorprendente y hoy inexplicable auge del blues (creo que en un período no superior al año y medio vi, uno tras otro, a B.B. King, Albert Collins, Albert Hammond, Edgar Winter, Jimmy Vaughan, Koko Taylor, John Mayall, Buddy Guy, Robben Ford, al viejo Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, y otros oscuros personajes del universo bluesero que tocaban en “Oliverio” o “El Samovar”); la ramonesmanía y una divertidísima camada punk (con 2`a la cabeza, Superuva, y demás, y recitales intolerables de The Exploited o G.B.H., a los que por cuidar mi vida no asistí, aunque tuviese mucha curiosidad por aquel ambiente), era un momento en el que levantabas una baldosa y salía una banda hardcore-punk; también se estaba cocinando el rock más suburbano (recuerdo haber ido a ver a Caballeros de la Quema, en la época del primer disco, y comentar con un amigo “¿Qué onda esas remeras de “La Renga”? ¿Qué es eso?”); una popularidad inusitada del metal: años en los que, por un lado, Metallica y el “Álbum Negro”, y por otro, Guns ´n ´Roses y “Use your illusion”, se colaban en el pasacassette de casi cualquiera**.
Pero a pesar de toda la aparente efervescencia de esos géneros, si uno piensa en términos de “generación”, sólo podría hablarse de tal cosa en relación “lo alternativo” y “lo indie”. ¿Qué hace de un grupo de individuos una generación? Julius Petersen hablando de las generaciones literarias menciona: una edad similar, una formación más o menos homogénea, que haya relaciones personales entre ellos, un acontecimiento generacional que los marque, una figura que funcione como “caudillo”, un lenguaje propio, y, por último, el anquilosamiento de la generación anterior. De estos ítems me parece que el más importante es la idea de un hecho, un acontecimiento, que opere como aglutinante. En el caso de la generación del noventa ese rol lo cumplió la debacle de 1989. Dárgelos, en un reportaje, da la clave: “Había intentado otras cosas, como trabajar o estudiar, pero no tenía ningún incentivo. Y perdido por perdido, prefería perder en el rock”. El desastre de la hiperinflación y la caída de Alfonsín dejaron perdida a una generación; ese fue el combustible que más tarde estalló en la primavera menemista. En lo que respecta a los otros “requisitos” uno podría decir que la figura de caudillo espiritual la cumplió Daniel Melero (que produjo el primer disco de Los Brujos y con quien Babasónicos “habla(ba) de paz”). Pero creo que lo más importante de aquella generación es que tuvo la creencia de que lo nuevo (categoría, por supuesto, ultrasuperada, pero –no olvidemos– que el rock tiene otra serie temporal, no necesariamente en sincronía con las otras series artísticas) podía pensarse. Aunque más no fuese como negatividad: lo nuevo, fue –por supuesto– atributo de los ochenta; los noventa enmascararon la imposibilidad de esa emergencia con el producto de la nostalgia por aquella posibilidad ya vedada. Por eso es que la nostalgia, la melancolía y el spleen (que siempre estuvieron en el "Rock Argentino") se intensificaron hasta la caricatura: de lo "alternativo" a lo "indie low-fi". Está claro igual que lo alternativo y lo indie son cosas bien diferentes. La alternatividad argentina fue más bien festiva, mientras que lo indie –con la Velvet como libro de cabecera– fue decididamente melancólica. Pero, más profundamente, creo yo, hay una ligazón entre ambas estéticas. La nostalgia de la altenatividad radicaba en la conciencia de la imposibilidad (pues el viaje ya había acabado); esa nostalgia se transformó en la melancolía indie. En otras palabras, lo alternativo fue una fiesta, lo indie fue la casa vacía tras la fiesta***
La década del noventa, si bien está enmarcada por dos desastres (1989, 2001), en materia de rock´n´roll se podría decir que terminó en 1995 con el disco de Perdedores Pop y con aquella canción, “Planes”, que reconocía la derrota generacional: “Solo quería ser el escritor de mi generación/ que me lean en el tren/y en la universidad también.../Pero el destino tuvo otros planes/ los fracasos siempre son iguales...”**** Lo que siguió después, que abarca el mejor momento de mi vida (hasta ahora, y probablemente ya por siempre), fue una fiesta solitaria, en una casa vacía, con la claridad del día ya empezando a empezar, pero ¡cuánta clase!...



*Andrés Calamaro, el gran Andrés Calamaro, reescribía con tóxica gracia la letra de Nebbia y cantaba “Con mi bolsa yo me iré a naufragar”.
** Es más, tengo la teoría de que la extrema popularidad del heavy de esa primera mitad de los noventa fue la causa de que una enorme masa de adolescentes usara el “pelo largo”. Había si uno se fija un “espíritu de época” también en lo capilar. ¿Es una percepción mía o hoy ya no se ven tantas “chapas largas”? En todo caso, ese es un punto a favor para adolescentes de hoy.
***Andrés, otra vez. Dijo el poeta: “Amanece ya y los últimos invitados están/ poniéndose sus abrigos o arrodillados/ llorándole a un pescadas su borrachera cruel/ o confesándole sus pecados a la pared/ Y en rigor de verdad/ la fiesta ya terminó” (“Adiós, amigos, adiós”, 1989).
****¿Por qué nos gustará tanto esta letra, no? :)

miércoles, 16 de mayo de 2007

Sumando ausencias a nuestra vida


Iba a pasar en algún momento.

Ojalá lo hubiese escrito yo

La extraña amistad de Melville y Hawthorne –además de, casi nada, haber sido decisiva para la escritura de Moby Dick– produjo estos versos que cantan un dolor y que, quizás sin quererlo, definen el amor y el destino del amor:

Haberle conocido, haberle amado,
después de una larga soledad,
para llegar a ser dos extraños,
aunque ni el uno ni el otro tengamos la culpa.

miércoles, 25 de abril de 2007

Desde la Feria II: una cacho de cultura

Algunos momentos vibrantes que tuvieron lugar en estos días:

-gente preguntando dónde queda la sala "José Luis Borges", "Rodolfo Bioy Casares" o "Boy Cáceres" (este último es muy bueno, me suena a cantante de banda paraguaya homenaje a Culture Club).
-personas que asistían a la presentación del libro de Larry de Clay.
-la presencia del antedicho de Clay.
-Martín Caparrós diciéndole a una encantadora compañera de trabajo "¿adónde tengo que ir yo?".
-Pacho O´Donell preguntando por el baño.
-Javier Calamaro negándose a firmarle un autógrafo a la única persona que lo había reconocido.
-un sujeto que se había llenado los dedos con savora y se paseaba por la Feria chupándoselos.
-el rumor de que viene Chomsky.

Seguiremos informando.
-

jueves, 19 de abril de 2007

Desde la Feria del Libro

Empezó la Feria del Libro y A Naufragar tiene un agente infiltrado en la Organización. Los primeros reportes de nuestro hombre (llamémosle N. V.) nos permiten afirmar que:
–la cara de Lía Salgado está en cuenta regresiva para un estallido que será para alquilar balcones
–Julián Weich es petiso.
-En el acto de inauguración se reservaron dos filas para invitados vip (por ejemplo, para el amigo de Tom Waits). En la segunda fila de este vip, entre gente "de la cultura" y funcionarios impecablemente vestidos, adivinen quién estaba...No, ése, no... No, ése tampoco... Vestido con una remera con "vivos" amarillos y un pantalón desastroso, estaba el bombo oficial del menemismo y tantos otros: El Tula. Insólito (o no tanto, en fin). El bombo, por suerte, no lo llevó.
-la ética del gremio docente está en plena crisis: N.V., nuestro hombre, fue sobornado por una docente con dos barras de chocolate para conseguir un certificado que justificara los días que no había ido al colegio.

Así estamos.
En breve más noticias.

sábado, 14 de abril de 2007

Al final de la escalera

Abrí la puerta y al final de una escalera ascendente estaba Casas.

Se me ocurrió que esa disposición de los ambientes, el hecho de que al abrir la puerta uno no tuviese más opción que ascender hacia, contenía un deliberado simbolismo. Por otro lado, pero en el mismo sentido, esta primera imagen no dejaba de tener un correlato con los hechos (no me animo a decir “realidad”): quiero decir, se marcaba la distancia entre un poeta en serio (Houses) y uno que hace lo que puede (este escribiente). Hacía mucho tiempo que no iba a una lectura, así que no pude sino experimentarme como un extranjero entre la fauna –en el mejor de los sentidos– literaria o bohemizante.

Había también un vaso al que estaba adosado Mairal.

El lugar, el C. C. Pachamama, estaba medio sold out. Yo no lo conocía y nuevamente caí en un momentáneo engaño: por fuera, es bastante feo: apenas una puerta y una pared con el nombre horriblemente escrito; pero por dentro es muy lindo, más bien amigable y simpático. Cinco poetas leyeron, con dispares resultados. Para no individualizar, cosa que sería muy desagradable en este caso, puedo decir que dos de los autores tuvieron una pobrísima performance textual, otro resultó interesante y a otro casi no lo pude escuchar, por encontrarme al lado de uno de los poetas que ya habían leído, quien se empecinaba en hablar con un confidente de un asunto que no parecía poder esperar.

Pero, como era esperable, el momento de Casas fue el más alto y señaló el límite. Su performance fue diferente no sólo por el texto que leyó (referido a Céline): los poetas anteriores leyeron sentados; Casas, en cambio, lo hizo de pie. Y esto me hizo pensar en que quizás haya ahí algo que pensar acerca de la comodidad y el compromiso con la poesía; que no solamente es poeta quien escribe poesía, sino también quien puede sostenerla con el cuerpo. Pero, en fin, tal vez sólo tuvo ganas de estar parado; de todas maneras, esa fue la impresión que tuve. El hecho de que estuviese parado también sumaba teatralidad y dramatismo al momento a causa de la posición de la luz, que lo iluminaba desde abajo dándole una siniestra fragilidad a toda la escena. Gran momento.

La velada se cerró, para mí, con la encantadora presencia de Alvy Singer, con lindas canciones que tienen –por lo poco que pude escuchar– cierto lejano gusto a cabaret francés, en algunos momentos, y también buenas letras. Hubo una de Leonard Cohen.

Y me fui mientras la música seguía sonando.

lunes, 9 de abril de 2007

La propia ausencia

Me hubiese gustado ir a la charla con Tom Waits del sábado, dentro de las actividades del BAFICI, pero como no soy un auténtico fan supuse que esas pocas entradas merecían ser obtenidas por otros.
Los comentarios que andan por ahí hablan de una pobre labor de los entrevistadores, que habrían sido casi boludeados por Waits. Pero supongo que tampoco debe de ser fácil tener al tipo ahí enfrente. En fin, aquí algunas crónicas del acontecimiento:

http://encerradosafuera.blogspot.com/2007/04/tom-waits-en-vivo-en-el-bafici.html
http://forodecine.blogspot.com/2007/04/bafici-tom-waits-en-bafici.html
http://baficifreak2007.blogspot.com/2007/04/nota-tom-waits-en-el-bafici.html

Y una perla, al menos para mí que no estaba al tanto: el blog de... Telerman (¡!):

http://jtelerman.blogspot.com/2007/04/tom-waits-en-el-marco-del-bafici.html

(Noté que no hay comentarios en el blog del afrancesado: o no lo lee nadie o todos los comentarios son puteadas y no los habilita. ¿No sería mejor que se dejara de escribir pelotudeces y arreglara una puta calle o algo?*)

*Un comentario cargado de brutalidad y hasta –quizás– injusticia hacia el pelado, pero que no pude evitar.

domingo, 8 de abril de 2007

Lucas, sus errantes canciones


Lucas Martí, el más interesante singer-songwriter de los últimos años (el otro talento es Coiffeur), publicó un libro de ilustraciones y collages. En general, este tipo de obras no tienen demasiada suerte desde lo estrictamente estético, pero quién sabe, tal vez en este caso las cosas sean diferentes.
Lamentablemente me perdí la presentación, a la que sólo hubiese querido ir para experimentar la cercanía del hombre que está en la izquierda de la foto, ser que –sin lugar a dudas– es un replicante. Nótese el sutil pero presente reflejo rojo en la mirada; préstese atención a ese horrible conjunto de jean, tan deudor de lo peor de los ochentas; no pasemos por alto tampoco la falta de emoción que este Nexus demuestra ante la música y las palabras que a su lado están teniendo lugar. En fin, creo que esto es evidente. A mí no me engañan.

Libro.

Lucas toca el 2 de mayo en La Trastienda.

martes, 27 de marzo de 2007

La violencia del Libro


La lectura en la cama es, como la masturbación, un placer fácilmente accesible, al alcance de casi todo el mundo. Por supuesto que ni siquiera hace falta un libro, podemos tomar una revista, una fotocopia, un panfleto o un cacho de diario viejo.
Pero cuando se trata de un libro a veces este placer encuentra un punto negativo, una circunstancia que anega el disfrute completo: a veces, el libro, después de unos cuantos minutos, "pesa", se vuelve carga; o –también– puede ser que la posición del cuerpo haga que los músculos y su tensión tengan más existencia que el texto, parcelando nuestra atención. Ese momento llega a un climax en el que el libro se vuelve literalmente insoportable; queremos seguir leyendo pero muscularmente esto no es posible.
Cuando nos declaramos derrotados por la situación, puede ocurrir que la pereza exija que en lugar de depositar el libro en la mesa de luz, simplemente lo coloquemos en la misma cama, al lado de nuestra cabeza, como si no quisiéramos dormir solos y el objeto fuera el sucedáneo de alguna amante perdida.
Pero el libro no siempre acepta estar en lugar de.
Ayer, por ejemplo, esta situación me ocurrió con Sobre Walter Benjamin. Vanguardias, historia, estética y literatura (pongo el título del libro porque quizás tenga que ver, quién sabe): en medio de la noche, la violencia del libro emergió con toda su pasiva furia: un rápido e imprudente movimiento de mi cuerpo, un cambio de posición nocturno, hizo que me diera la nariz de lleno contra el lomo del maldito libro.
Algunas lágrimas aparecieron contra mi voluntad.
Pero procuré pensar en alguna amante perdida para que, al menos, tuvieran más sentido.

jueves, 22 de marzo de 2007

Inquietud, paranoia e identidad


Como muchos jovenzuelos de temperamento más bien poco serio y con tendencia a la cachada, cuando comencé a utilizar el correo electrónico –creo que hacia finales de la década del noventa– ni siquiera pensé en usar mi nombre "real" precediendo al arroba. Por el contrario, intentaba que mi dirección electrónica tuviese algo de "onda" (cosa que, en general –hay que decirlo–, no conseguía). En ese plan, pasaron por mí nombres tan ridículos como "conlasogaalcuello@...", "elabiodebillyidol@...", etc. Luego, la llegada inevitable de los años hizo que me empezara a dar vergüenza responder a la pregunta "¿cómo es tu mail?" con direcciones de nombres así de estúpidos. Así que saqué nuevas direcciones en hotmail y ciudad simplemente usando mi nombre y apellido.

Pero como me sigue llegando una buena parte del volumen de mails que recibo a una cuenta de yahoo con un nombre vergonzoso, pensé en sacar una nueva. El procedimiento debía de ser sencillo: sólo tenía que ir a la página de yahoo y registrar una nueva id que fuese mi nombre y apellido. Fácil. Empecé a completar mis datos, coloque mi nueva id y toqué el botón para acabar con el registro. Pero algo ahí falló. Surgió el pasillo. El registro no podía hacerse porque la id que yo pretendía utilizar ya estaba ocupada.

Esa situación para alguien que se llamara –por usar un ejemplo clásico– "Juan Pérez" no debería resultar anómala, sino más bien completamente previsible. Juan Pérez entiende que su identidad puede fundarse en muchísimas cosas salvo en su nombre. Pero lo extraño es que mi apellido no es de la clase de los "pérez" sino que es un poco raro. De hecho casi todas las personas que lo tienen en este país son familiares directos míos. Podría darse el caso de que alguien afuera de la Argentina se llamara como yo, pero lo creo poco probable, ya que deberían de combinarse varias cosas: que tenga exactamente mi mismo nombre, que necesitara una cuenta de mail, que sólo la hubiese sacado en yahoo (y no en hotmail ni gmail, pues ahí yo soy dueño de mi propio nombre), que hubiese elegido la misma combinación que yo (por ejemplo: hay variantes como –para seguir con el ejemplo anterior– "jperez@", "j_perez@", "juan_perez@", etc.). En fin, es posible pero no muy probable.

También podía darse el caso de que alguien que me conociera lo hubiese hecho, pero ¿con qué finalidad? ¿Just to play mind games? También es posible, aunque no lo creo.

La cuestión llegó a inquietarme. Decidí hacer la única cosa razonable: mandar un mail a esa dirección explicando la situación y –como dijera Condorito– exigiendo una explicación.

Un respuesta a ese mail equivaldría a una intervención de lo lyncheano en la vida de un humilde criollo; esa imposible respuesta se me aparece similar a aquella escena de Lost highway en la que se encuentran en una fiesta (¿era una fiesta? ya no recuerdo...) el protagonista y un misterioso hombre maquillado que le dice que él está en su casa. El diálogo era:

Hombre Misterioso: ¿Nos Conocemos, verdad?
Fred: Yo diría que no. ¿Dónde cree usted que nos conocimos?

Hombre Misterioso: En tu casa. ¿No te acuerdas?

Fred: No, no lo recuerdo. ¿Está seguro?
Hombre Misterioso: Por supuesto. Es más, de hecho, ahora mismo estoy allí.


(El Hombre Misterioso esgrime un teléfono móvil y se lo da a Fred)

Hombre Misterioso: Llámame. Marca tu número.


(Fred marca su número.)


Voz Telefónica Hombre Misterioso: Ya te dije que estaba aquí.

Fred: ¿Cómo lo ha hecho?

Hombre Misterioso: Pregúntemelo
Fred (hablando al teléfono): ¿Cómo lo ha hecho?

Hombre Misterioso: Tú me invitaste. No tengo por costumbre ir allí donde no me llaman

Fred (al teléfono): ¿Quién es usted?


(El Hombre Misterioso prorrumpe en una carcajada estridente en persona y, a la par, por teléfono.)

La idea del desdoblamiento o los mundos paralelos me parece un tópico del que no me gustaría ser parte. Ahora me arrepiento de haber mandado ese mail, porque ¿y si me responde? O lo que es peor: ¿y si me respondo?


sábado, 17 de marzo de 2007

Se reedita el mejor disco de la historia



Parece que la delicada máquina sprout se pone a funcionar nuevamente.
Después de los rumores que hablaban de un nuevo disco –en preparación con el productor de siempre, Thomas Dolby– que al parecer se vio demorado y aplazado por problemas de audición de Paddy, va a salir ahora en abril una reedición del clásico Steve McQueen. La novedad está en que además de las canciones de ese disco, la reedición trae ocho versiones acústicas grabadas a mediados del 2005.
Por ahora está a la venta como single la versión nueva de “When love breaks down”; pude conseguirla y, aunque pierde el sabor original y está por debajo de aquella del 85, Paddy no parece perder sus poderes (igual hay que decir que se extraña la bella voz de Wendy Smith...).
¿Será esto el prólogo a una vuelta completa con nuevas canciones y hasta giras? Oj-alá...

Dando vueltas por la red en busca de reportajes di con esta entrevista de 1985 con el Record Mirror en la que para mi sorpresa Mr. McAloon hace referencia a un viejo conocido de todos nosotros:

“Hay un escritor sudamericano que ha escrito sobre un tipo que quiere reescribir Don Quijote (no la versión de Nick Kershaw) . . . Tengo esta loca idea de reescribir Thriller. Por supuesto mi versión deberá ser un intento fallido, dado que si resultaran canciones tipo Rod Temperton sería un plagiarismo. Quiero hacerme la idea que estoy reescribiéndolo y luego hacer algo totalmente diferente. Tomo mis ideas de todo tipo de fuentes, cosas extrañas que me despiertan psicológicamente. Voy a reescribir Thriller. Tengo el título para el tema principal . . . Voy a escribir un disco acerca de apariciones o fantasmas, pero dado que Thriller ha sido un éxito mundial, se ha convertido en otro objeto . . . Quiero tomarlo y hacerlo algo con eso."

Paddy reescribiendo Thriller es interesante, pero Michael “pierremenarizando” Steve McQueen sería muy lisérgico...

martes, 20 de febrero de 2007

La llamada

INTERLOCUTOR FREAK: Buen día, ¿está X?

YO:¿Qué X?

FREAK: Eh...

YO: Le digo porque yo también me llamo X, y quizás Ud. busque a otra persona...

FREAK: No... eh... a ver... ¿ese es el xxx6-xxxx?

YO: No, este es el xxx5-xxxx.

FREAK: Ah, discúlpeme, por favor. Yo quería hablar con X... que es muy directo, así como Ud. Lo que pasa es que tengo que encontrarlo urgente, porque se mandó una macana.

YO: (silencio)

FREAK: Sí, se compró una de esas cosas satánicas del rock, con cuernos y cadenas, y se la puso en el hombro. Ahora le va a salir un dineral sacársela ¿Entiende?

YO: Por supuesto.

FREAK: Le pido mil disculpas, es usted muy amable, voy a marcar de vuelta. Perdón.

YO: Listo. Chau.

La voz del tipo era muy parecida a la de Tangalanga, cosa que por un momento me hizo sospechar estar siendo sometido a una cargada. Pero parece que no.
Lamenté no haber seguido la conversación, porque la locura de este hombre parecía interesante, y además se notaba que estaba predispuesto a la charla. Creo que se sorprendió de que tomara el motivo de su llamada con naturalidad.
Después me di cuenta de que la diferencia entre su X y yo era de apenas un número (el seis —qué significativo– en lugar del cinco) y me inquieté.
Ojalá vuelva a llamar para poder preguntarle de qué demonios hablaba.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Después de San Valentín


Se limitan a mirarse en la oscuridad de la habitación, a degustar el silencio como si fuese una copa de un vino carísimo, con calma, haciéndole un lugar entre las dos bocas. No necesitan pronunciar el te quiero agonizante, comienzan la danza de esos muertos melancólicos alrededor de lo que solía ser ellos.
A veces, el cristal de la copa se rompe por la torpeza de las palabras y en lugar de estar en una elegante mesa de un restaurante que arbitrariamente ubicaremos en París (el lugar al que ellos, en un gesto que no despreciaba el cliché, suponían como el más adecuado para beber vino y mirarse en silencio) resultaba que no; que en realidad se encontraban en una taberna, sucia y solitaria, representando el cansador papel de dos borrachos pasados hasta la repugnancia.
Y, de pronto, la sorpresa de saberse gotas cayendo por la ventana.

Sólo La Ciudad, impermeable, contendrá su memoria, dulce leña del tiempo.

sábado, 10 de febrero de 2007

Policías y ladrones

En el affaire Di Nucci todo el mundo parece dispuesto a despedazar al tipo; se llega a hablar de "impunidad", de "vergüenza", incluso el patovica de la literatura nacional, el Sr. Nielsen, dice que este Di Nucci "no es un escritor" y que "no lo queremos en la literatura argentina" (!?), pero me parece que se deja de lado algo bastante importante: si una novela tiene –digamos– 250 páginas y este hombre plagió 40, eso lleva a pensar que las otras 210 las escribió él; o sea que no se puede decir que no es un escritor. Y parece que no tan malo si resultó premiado por personajes como Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez, Griselda Gambaro, Luis Chitarroni y Hugo Beccacece ¿O el premio se lo habían dado sólo por esas 30 o 40 páginas robadas? Eso hablaría muy mal del jurado...
Y aunque esas páginas fuesen cruciales para la novela, el haber escrito las páginas anteriores y las que les suceden supone un cierto trabajo ¿o no? Supongamos que alguien nos da 40 páginas de cualquier novela y nos dice "Con esto hacé otra novela": aunque esas 40 páginas permanezcan intactas no se puede negar el trabajo de escritura que supone contruir otro texto.

jueves, 8 de febrero de 2007

De rebote: Cuestionario Proust

Vía Valley of tears y Tertulia Buitron; se propone responder el famoso cuestionario. Yo hice mi humilde aporte; hágalo Ud. también, si tiene ganas.

1. ¿El rasgo principal de tu carácter?
El creer fervientemente en que nada bueno me puede pasar, y que si me pasara sería sólo para prepararle el escenario a una desgracia de proporciones cósmicas

2. ¿Un defecto que no puedes dominar?
La intolerancia ante las conversaciones poco interesantes.

3. ¿Te consideras buena persona?
Ni siquiera me considero "persona".

4. ¿Por quién te cambiarías?
Por mi mismo hace diez años.

5. ¿Cuál es tu precio?
Entenderlo todo (pero, la verdad, no valgo tanto).

6. ¿De quién sientes envidia?
De Paddy Mcaloon.

7. ¿Cuál es tu ideal de felicidad?
Esa persona cuyo rostro aún no conozco, en cualquier lugar y durante toda la vida.

8. ¿Con qué error humano te muestras más indulgente?
Con las obras de los artistas sin talento.

9. ¿Ante qué eres intolerante?
Ante el hambre (y no hablo del estado del mundo, sino de mi propio estómago).

10. ¿Qué despierta tu ira?
Los muchachos de la banda llamada "Pier".

11. ¿Por qué serías capaz de matar?
Por hambre, pero no a un humano, quizás a algún pollo o un jabalí (para emular a Obelix).

12. ¿Qué cualidad prefieres en los seres humanos?
La sonrisa.

13. ¿Cuál es tu palabra favorita?
"Sí"

14. ¿Alguna obra de arte te parece insuperable?
Sí.

15. ¿Cuál es tu máxima en el trabajo?
"Menos es más", porque permite ejercer la pereza :)

16. ¿Qué crees aportar profesionalmente?
Desidia y perplejidad.

17. ¿Qué obra de arte te ha impresionado?
"El ruiseñor y la rosa" de Oscar Wilde, que es el punto más alto de la literatura.

18. ¿Conoces algún diseño perfecto?
No.

19. ¿Dónde te gustaría vivir?
En Stars Hollow.

20. ¿Música favorita?
Prefab Sprout, Velvet Underground, The Cure, Andrés Calamaro, The Clash, Smiths, Style Council, Tony Benett, Chet Baker, etc.

21. Un color
Negro.

22. Un poeta
Baudelaire.

23. Algo hermoso
Un espejo sostenido frente a mí :P

24. Un héroe
Joe Strummer.

25. ¿Cuál es tu asignatura pendiente?
Aprender "It had to be you" en el piano.

26. ¿Crees en la eternidad del alma?
Me gustaría creer pero no parece muy probable esa posibilidad.

27. ¿Cómo te gustaría morir?
Rápido y con elegancia.

28. Estado actual de tu espíritu.
Como en el MSN: "ausente"

viernes, 2 de febrero de 2007

Pequeñas coincidencias que no conducen a ningún lugar pero que algo querrán decir en el mapa secreto del Universo


A partir del post sobre Adam Sandler, hace dos o tres días dos personas, en los comentarios, me dijeron que vea "Embriagado de amor", que parece que es imperdible. Pensé en bajármela inmediatamente, pero –oh casualidad– enciendo la tele y veo que anuncian que la dan en I-Sat este sábado a las 2200. Una casualidad, ok.

Hoy, viernes, me encuentro con un comentario de alguien que dice que a ella le gustó otra en la que también están juntos A. S. y Drew B., que no se acuerda bien el nombre pero que una canción de los Beach Boys es medio el leit motiv de la peli. Bueno, pienso otra vez en bajarla o tal vez alquilarla, pero vuelve a pasar lo mismo que antes: me siento a comer y cambiando de canales sin ton ni son veo que en TNT la estaban dando en ese mismo momento. ¿Qué me está pasando con Adam Sandler? o ¿Qué debo leer en estas sincronías? ¿Cuál es el mensaje detrás de estas señales? ¿Es raro, es una boludez o es una rara boludez?

Cada vez me pasan más seguido esta clase de coincidencias y cada vez en cuestiones más pequeñas e intrascendentes, pero no deja de ser inquietante pensar en la posibilidad de una gravísima cadena de azares que acabara produciendo quién sabe qué consecuencias. Sea lo que fuere, algo esta sucediendo.

Ah, "Como si fuera la primera vez" –acabo de verla– es una de las más lindas de mi historia personal; lo gracioso (con relación al título) es que tenía la sensación de ya haberla visto. Hacía mucho que no lloraba con una película.

Vindicación de A.S.: Evidentemente yo estaba en un error, tres pelis muy buenas justifican una carrera (y además se ve que pone especial empeño en las bandas de sonido; en ésta –entre otras canciones– sonaron "Another day" de Paul; "Drive" (!) de los Cars, "Lips like sugar", "Lovesong", todas versionadas). I was wrong.

viernes, 26 de enero de 2007

Loser night viendo Vh1


Todas las películas de Adam Sandler son intolerables, al menos para mí. Pero hay una que se salva; es más, hay una que me encanta (y, claro, no me debe de pasar sólo a mí): The wedding singer. Hay que decirlo: qué bien está el tipo en esa; en general es un pesado, pero ahí hizo todo perfecto.
Y encima hay una escena en la que él ve como, después de una noche de tragos, Julia (Drew Barrymore) que se siente mal, se va con el imbécil con el que se estaba por casar, y suena esta maravilla de los Furs:



Serán sólo 10 o 12 segundos, pero valen la película. Me hizo acordar a un momento similar, mucho mejor en realidad, que pasa en Casi famosos: cuando William está viendo cómo los médicos intentan salvarle la vida a Penny Lane con un lavado de estómago, y suena "My cherie amour". Y el contraste es tan intenso...

Momentos perfectos.