El dicho dice que "cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía". Pero como yo no soy demasiado sensible a la sabiduría popular del refrán, suelo pasar por alto sus advertencias. Así que ayer viernes recibo un sorpresivo llamado que me anunciaba entradas gratis para el Personal Fest y no desconfié.
Error.Ya era tarde, así que las bandas (The Dandy Warhols, Phoenix) que me interesaban ya habían tocado; sin embargo, acepté ir –sin demasiado ánimo– con la esperanza de que el show de Snoop Doggy Dog no fuera muy malo. Pensaba que me caía simpático Snoop, pero no. Llegando al estadio me di cuenta de que lo que pasaba era que yo, no sé por qué cuernos, lo confundía con Coolio. ¡Ah, ése era el que me caía simpático! El hip hop no es lo mío para nada.
Pero ya estaba ahí y, bue, hubo que entrar. Alcancé a ver el final de Phoenix (dos minutos de su última canción). Después me aburrí, bostecé y me cansé de escuchar al tipo de Cypress Hill, con ese discurso pro-marihuana tan estúpido e inconducente.
Supuestamente lo que continuaba era Snoop D. D. Pero el tipo tardó casi dos horas en llegar. La gente se puso impaciente, argentinos vestidos "a la gansta" que mostraban su mímesis gestual prolijamente aprendida.
Y ahí el desbande. Primero una avalancha gigantesca. Estoy acostumbrado a las avalanchas de recital, en general hay aguantar un poco la presión y no pasa más allá de ahí. Pero esta vez fue distinto. La avalancha no paró y la gente caía como fichas de dominó de carne. Imagínense más de 15.000 personas cayendo. Yo caí también, arriba de unas chicas; traté de no pisarlas ni lastimarlas, aunque se hacía difícil. Todo habrá durado unos 20 segundos. La cosa era que la avalancha no era avalancha, sino una estampida. Caíamos porque la gente que estaba más cerca del escenario pretendió salir corriendo en la dirección opuesta, para salir, para escapar. Aparentemente hubo una persona que sacó un arma y otro que apuñaló a alguien, así que era entendible el pánico.
Nunca había vivido una situación de pánico masivo, pero siempre había creído que de tener que vivir algo así yo conservaría la calma y simplemente actuaría de la manera más inteligente, permaneciendo ajeno a la desesperación de "la masa". La realidad, sin embargo, es bien distinta. Cuando ves que 10000 0 15000 personas vienen corriendo desesperadas hacia vos, no podés mantener la calma. Uno se vuelve carne instintiva, pierde humanidad, se vuelve animal acorralado.
Entonces, me levanté del piso, pero la persona que estaba debajo mío también intentó levantarse, lo que causó que nos cayéramos los dos otra vez. Varias personas me pisaron las piernas; creo que no me quebraron de casualidad. Miré hacia atrás y vi con espanto que la turba enajenada estaba a dos segundos de pasarme por encima. Entonces, de no se sabe dónde ejecuté un movimiento que mi mismo cuerpo desconocía, una maniobra más propia de un atleta que de mí y pude pararme. Ya de pie corrí sin dirección hasta que la estampida paró.
Una chica llorando me pidió que la acompañara porque tenía mucho miedo. Yo más que asustado estaba perplejo. Por supuesto que nadie de la organización salió a calmar a la gente ni nada. Pensé que, luego de unos minutos, todo había terminado ya, así que amagué caminar en dirección al escenario. Después de caminar unos metros, otra vez lo mismo. Una nueva corrida. El panorama que quedó después fue de chicas en crisis de llanto y miedo, flacos descolocados por la situación, solitarias zapatillas tiradas por ahí y el desconcierto de los sujetos con pechera de "prevención". Que el lugar haya sido el Club Ciudad de Buenos Aires fue la causa de que esto no haya sido una masacre, porque es tan grande que permite correr. Pero en ese momento me imaginé lo que debe de haber pasado en Cromagnon. La verdad es que –qué tonto ¿no?, pero es así– una cosa es pensarlo y otra vivirlo.
Inmediatamente después de la segunda corrida general salió a tocar Snoop D. D. Supongo que no le importaba nada de lo que había pasado, porque ni siquiera hizo mención alguna a todo el lío que hubo. Es más, en un momento le preguntó a unos de los músicos en qué país estaban. Miré todo el show desde un costado, preguntándome el sentido de todo aquello. Me acordé de los famosos recitales de los Doors que terminaron con quilombos, de los de Riff y los incidentes, de los Stones en Altamont, con los Hells Angels apuñalando a un chico, aquel show de Ramones en Obras que acabó con autos destrozados en la Av. Libertador, los problemas en los shows de los Redondos, etc.
En vivo, entre canción y canción de Snoop Doggy Dog se reproduce el sonido de un arma cargándose. Termina de cantar y suena "trak, trak" y empieza otra. Por supuesto, que ese sonido metaforiza la relación del hip hop con las letras, en donde cada canción funciona como un "arma" que se descarga. Me pregunto si sigue siendo efectivo el simbolismo, si no habría que cambiar la metáfora, si el sonido ése no se habrá vuelto literal, si no se habrá vuelto hacia sí mismo, si en lugar de una celebración vital estos festivales no se habrán vuelto un cortejo fúnebre.
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Personal Fest