jueves, 21 de junio de 2007

El mosquito

En un rincón casi inexplorado de la casa (a la que no reconozco lo suficiente como para proclamarla "mía") hay un mosquito. El espacio es un baño, repugnante, muy pequeño, tanto que la existencia conjunta del inodoro y el lavatorio invitan a la persona que pasa por ahí a pensar dos veces si realmente quiere entrar: se trata de un baño hostil.
Por supuesto que a lo largo del tiempo conocí baños peores (y ciertamente peligrosos para la continuidad inalterada de ciertas partes del cuerpo), pero esos baños no estaban en la casa. Afuera, en la ciudad, uno acepta esa clase de violencia; de hecho, cuando voy a algún lugar y el baño está demasiado limpio, eso no hace sino dejar ver una artificiosidad, un énfasis tal, que me termina resultando incómodo.
Supongo que cada casa tiene un lugar prohibido, un lugar del que no se habla, pero justamente esa deliberada omisión –esto es evidente– lo hace más notorio.
Pero el baño. Hace años que nadie lo limpia. Nadie. Claro, tampoco recuerdo que nadie lo haya usado nunca, salvo –en poquísimas ocasiones– para alguna rápida y furtiva meadita masculina. Así que ese baño no ha conocido nunca a una mujer.
Y a veces sucede que ya es demasiado tarde para ciertas cosas. Qué novedad, ¿no? Pero el caso es que este baño es un ejemplo de ello: ya no se lo puede limpiar. La fetidez que lo habita no es humana (puesto que, como ya dije, prácticamente no ha sido usado). El inodoro está recubierto de unas salpicaduras tales –que no son de lo que uno podría suponer, sino que su naturaleza es aceptada como inexplicable– que cada vez que lo veo me recuerda a aquel inodoro de Trainspotting en el que el yonqui se mete. Imagino que éste sólo podría ser limpiado por un yonqui al que se le prometiera como paga un chute. Así de extrema es la situación. Imaginé también proceder yo mismo al limpiado: llevaría una manguera de un diámetro bien grueso y le entraría a dar. Con un chorro bien potente. Pero no. No se puede. La presencia amenazante de una lamparita de luz a una altura anormalmente baja, los cables medio corroídos por quién sabe qué cosa, el interruptor y el enchufe a la vista sin la tapita correspondiente, son demasiados peligros como para atacar el baño con agua.
Pero lo que más me inquieta es que en la pared que está detrás del inodoro, en uno de los horribles azulejos amarillos, está pegado un mosquito muerto. Entero, con todos sus miserables miembros extendidos. Lo extraño es que hace años que está ahí, perfectamente igual, idéntico a sí mismo, perpetuo. A pesar de que el cuerpo no está en una tela de araña, sino que simplemente está pegado a la pared en una especie de manchita (tal vez sangre), no entiendo por qué las numerosas arañas que forman parte de la población del baño no se acercan hasta él y lo devoran. ¿No es que para eso tejen sus trampas, para poder comerse los insectos que se entregan así a la crueldad? Sin embargo, no, estas arañas parece que no se quieren alimentar del mosquito. Y el cuerpo sigue ahí, todos los días, año tras año, como si esperara algo (o como si lo demás dependiera de su mirada). Ahora mismo mientras escribo pienso que él está ahí, crucificado en la pared del baño de la casa (a la que no me atrevo a llamar "mía"). Puede resultar intolerable, si uno lo piensa.
Lo que más me preocupa (me aterra el sólo pensarlo) es que tal vez, tal vez, no esté realmente muerto.

4 comentarios:

F. dijo...

leí tu blog

es chévere.

Demóstenes dijo...

No, es "bien chévere" :P

morgana dijo...

Recordé Jurassic Park. Quién te dice que esté el mosquito ahí esperando que alguien, ahora, mañana mismo, en un futuro remoto, tome de su adn la sangre de quién sabe quién o de quién sabe qué cosa y clone "eso". Quizá es un enviado divino.
Es una posibilidad, verdad?
Y también me inquieté (inquietar es una exageración pero le va bien al relato que tiende a asustarme levemente) pensando algo que me parece no tuviste en cuenta: En un baño donde nadie entra... qué mano ejecutó y crucificó al mosquito?
Te sugiero una pastilla de gamexane , cerrar la puerta un par de días y después... voilá! Limpiar será un juego de canicas.
Y por último un dato: A las arañas, como a ciertas gentes, les agrada que en sus redes caigan las víctimas vivas. Poseerlas muertas de antemano carece de placer y sentido. Seguramente éste es el motivo por el cual sigue inmutable, esperando a Godot o la reencarnación del Papa (lo que pase primero).
Saludos culinarios (entusiasmada mal con el blog)

Demóstenes dijo...

Mi teoría es que las arañas funcionan a la manera de esbirros del mosquito, que es el eje y responsable intelectual de la sordidez del baño (y, ya que estamos señalando culpables, de mi propia existencia :P

Aunque quizás sea como vos decís y esté en modalidad "esperando a Godot".

¡Saludos!