Esperé durante años un show de Cat Power en Buenos Aires. Me perdí aquel famoso primer show para unos pocos, creo que en 2001, con ella sola sin banda, así que con éste iba a saldar una cuenta.
Y la cosa se puso mejor cuando supe que el Gran Rex iba a ser el lugar, porque es genial para ver recitales. La última vez que fui había sido para ver a Echo and the Bunnymen en un teatro medio vacío y con un show sublime.
Como era de esperar, la performance de Chan osciló entre la emoción ("The house of the rising sun", "Song to Bobby", "The Greatest", etc.) y la ternura (esos movimientos torpes con los que seguía el ritmo, esas permanentes ganas de no estar en el centro del escenario y de escaparse de las luces).
La banda, perfecta, llena de blues, especialmente el guitarrista (que, hasta donde vi, no usó ningún pedal, cosa que me encantó), y la iluminación me parecían por momentos muy lyncheanas, pero sin el componente siniestro (o sea, no). Pero lo que más me gustó fue la ausencia de diálogo, de comunicación verbal con los que estábamos ahí, que lo único importante fuera la música; al comienzo salió la banda, se tomaron el tiempo para ajustar los equipos, acoplar e intercambiar palabras entre ellos (lo que introdujo desde el primer minuto el clima de intimidad), comenzaron a tocar y al rato salió Chan directamente para cantar. Después, las canciones se sucedieron casi sin espacio entre una y otra. Prácticamente, ese clima no se rompió en toda la noche. El final en un español chapuceado y extraño fue con "Angelitos negros", uno de los momentos más dramáticos de la noche (quizás junto a una versión extremada y bellamente deformada de "I don´t blame you").
Las únicas palabras que se escucharon estuvieron dentro de las canciones. Gracias, Chan.
La banda, perfecta, llena de blues, especialmente el guitarrista (que, hasta donde vi, no usó ningún pedal, cosa que me encantó), y la iluminación me parecían por momentos muy lyncheanas, pero sin el componente siniestro (o sea, no). Pero lo que más me gustó fue la ausencia de diálogo, de comunicación verbal con los que estábamos ahí, que lo único importante fuera la música; al comienzo salió la banda, se tomaron el tiempo para ajustar los equipos, acoplar e intercambiar palabras entre ellos (lo que introdujo desde el primer minuto el clima de intimidad), comenzaron a tocar y al rato salió Chan directamente para cantar. Después, las canciones se sucedieron casi sin espacio entre una y otra. Prácticamente, ese clima no se rompió en toda la noche. El final en un español chapuceado y extraño fue con "Angelitos negros", uno de los momentos más dramáticos de la noche (quizás junto a una versión extremada y bellamente deformada de "I don´t blame you").
Las únicas palabras que se escucharon estuvieron dentro de las canciones. Gracias, Chan.
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