Una de las partes más graciosas de la vida (¿vida?) del profesor de español es la de ser espectador de la lucha entre la obligación del estudiante de responder a un ejercicio y su –a veces– nula capacidad creativa. Sin embargo, en ocasiones, en algunos muchachos/as se puede percibir un desconcierto juguetón, paradójica ironía inconsciente, tan preocupada por cumplir con la gramática que echa a patadas a la cucha al sentido. No los culpo.
Revisemos un par de ejemplos de este particular comportamiento en un ejercicio que obligaba a “completar las oraciones”:
–Me casaría otra vez… si mi padre tuviera más dinero: ¿qué clase de desquiciado puede imaginar una oración así? La leo una y otra vez y no logro imaginar una situación en la que eso pudiese tener algún asidero. Psicoanalista con fritas para la mesa 4, por favor.
–Si yo escribiera novelas,… me llamaría Dr. George: ¿por qué? ¿de qué estás hablando, Willis?
–Si nos hablaras de tus planes… nosotros podríamos preparar la cena: ¿vos me estás jodiendo?
–Esta habitación tendría más luz… si las ventanas estuviesen fuera: ¡¿fuera de dónde, pedazo de demente?! ¿eh? ¡¿fuera de dónde, contestame, contestame?! ¡¿de dónde, por amor de Dios, fuera de dónde?!
–Todo sería maravilloso… si las chicas vistieran solamente traje de baño: un breve rapto de lucidez gringa.
Para terminar, una perlita que está nominada en el rubro “Mejor oración absurda del año”:
“El hombre no se fue,… porque ya se había ido antes”
No hay comentarios:
Publicar un comentario